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NO he venido a hablar de mi libro

Fue hace casi treinta años. Uno de los momentos estelares de la historia de la televisión española. Y de la literatura. Quién aún no conocía a Francisco Umbral, acabaría haciéndolo tras su famosa salida de tono en aquel programa de entrevistas: «Yo he venido a hablar de mi libro. Y si no se habla de mi libro, me voy». 

Todos tenemos un libro. Yo mismo, El libro del networking, pero, un momento, ¡dije que no vine a hablar de mi libro! Y no lo haré. Quiero hablar de un tipo de marketing no invasivo, ni intrusivo, ni impositivo, ni todos los adjetivos negativos que queráis. Una forma de relacionarse que escuche al otro, que lo tenga en cuenta. Una comunicación, en suma, bidireccional. Una relación, comercial o no, en la que todos ganemos. Y no solo dígitos en la cuenta corriente. Algo más.

Se trata de una vuelta de tuerca que no todos están, o estamos, dispuestos a dar. Hay riesgo. Vértigo. Sensación, incluso, de estar haciendo el primo. Hasta que se descubren sus efectos positivos en el medio y largo plazo. Me gusta insistir en la importancia de cambiar el «qué te pido» por el «qué puedo hacer por ti». ¿Kamikaze? Ni mucho menos.  

Para mí, esa voluntad de escuchar al otro, de ayudarle incluso, es la base del networking en el que yo creo. Quien siembra vientos recoge tempestades, dice el refrán. ¿Y si sembramos cosas buenas? ¿Qué recogeremos? Prueba y verás. Considero que este modo de relacionarse, que me gusta llamar marketing emocional, te cambia la vida. Para bien. Eso sí, tiene que ser un hábito, no una acción puntual y mucho menos un gesto de postureo. 

Porque se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, por seguir con el refranero. 

Necesitamos a los demás

Así que cuidémonos de pensar que yendo por la vida a hablar de nuestro libro, a vender nuestro crecepelo y a convencer al vecino de que compre nuestra enciclopedia, tendremos más éxito. Para empezar, porque necesitamos a los demás para cumplir nuestros sueños, y lo demás estarán de nuestro lado si se sienten parte del proyecto. Y si su proyecto puede entrar en sintonía con el nuestro. 

Es ahí cuando surge el verdadero networking, una red de afectos que se traduce en una serie de resultados positivos. Tangibles e intangibles. No vengas a hablar de tu libro. Todos tenemos un libro. Pregúntame, qué tal estoy. Cuándo es mi cumpleaños. Si me gusta el sushi o el pollo al limón. 

No hay agendas, hay personas. No hay objetivos, hay sueños. No hay balances positivos ni negativos, hay satisfacción personal. Tampoco hay marketing, sino la posibilidad de provocar emociones, conversaciones. No hay ni siquiera networking, hay ilusiones compartidas. 

Y para conocer esas ilusiones, esos intereses comunes, hay que escuchar a otro. Y permitirle, cómo no, que hable de su libro.